Actualizado: 22 mar 2018, 09:42 H.
Nuestro primer concierto flamenco en el Cartuja Center, un teatro espectacular, aunque habrá que impregnarlo de flamenco para que el frío no espante a los duendes jondos. Grande, muy grande. Y ocuparon sus butacas más de mil personas, que no está mal si tenemos en cuenta que Palo Santo, la obra de Daniel Casares, estuvo ya en el Maestranza. Esa mezcla de Dios, el flamenco y la música de Semana Santa era de gran atractivo y hubo buen ambiente.
Daniel Casares –Dani para los que lo venimos siguiendo desde niño–, es un señor guitarrista formado desde abajo, o sea, acompañando al cante y al baile y desde hace años, destacando también en la faceta de oro, la de concierto, donde muchos son los llamados y pocos los elegidos, aunque ya sea concertista flamenco hasta el de la bola. Y no lo decimos por el malagueño de El Limonar recriado en Estepona, que se mueve bien en ese terreno porque compone sus propias piezas y tiene una técnica tan aceptable que le confiere a su música una elegancia y seguridad francamente pasmosas. Sin esa técnica es imposible llegar a ser un concertista de guitarra reconocido y laureado, y Casares es muy estimado en este campo y tiene ya una obra discográfica de valor.
Con un sonido maravilloso, la guitarra de Casares sonó a gloria, y nunca mejor dicho. Tanto cuando tocó solo guajiras y bulerías, entre otros palos, como cuando lo hizo con la Orquesta Sinfónica de Triana y la banda de Las Tres Caídas, “que suena muy flamenca”, según el guitarrista, bastante hablador toda la noche. Hubo momentos en los que su guitarra no se escuchaba, cuando la orquesta sonaba, algo lógico. Y piezas poco afortunadas, como la saeta de Manuel Peralta bailada por Sergio Aranda. No llegué a imaginar siquiera a Jesús bajando de la cruz para bailar una saeta, palo no bailable, aunque no ha sido el único intento. En Sevilla la bailan los costaleros, pero de eso podemos escribir otro día.
Estuvo muy bien la orquestación de Manuel Alejandro González, que no era nada fácil. Hubo momentos verdaderamente hermosos, partes melódicas muy interesantes y una perfecta comunión. Las trompetas, por ejemplo, me recordaron a Manuel Vallejo, por lo agudas. Pero hay que destacar ante todo lo bien que tocó Daniel Casares, con una limpieza y una seguridad admirables. No era fácil comunicar jondura en un teatro tan grande, nuevo y en Sevilla, donde de otra cosa no sabremos, pero de flamenco y Música de Semana Santa sabemos un rato. Y, repetimos, el maestro malagueño estuvo a la altura que esperábamos. Bonita obra.
Fuente: El Correo de Andalucía